lunes, 22 de noviembre de 2010

La periodización en la Historia.

No hay un acuerdo universal sobre la periodización en Historia, aunque sí un consenso académico sobre los periodos de la Historia de la Civilización Occidental, basado en los términos acuñados por Cristóbal Celarius (Edades Antigua, Media y Moderna), que pone al mundo clásico y su renacimiento como los hechos determinantes para la división. La acusación de eurocentrismo que se hace a tal periodización no debe impedir conocerla, por ser la más utilizada.En el siglo XVI los historiadores de la literatura y los filólogos, estudiando el latín señalaron tres fases en su gradual evolución: la "alta edad" o "superior" que llegaba hasta Constantino, etapa del latín clásico; la "edad media" de la lengua, que alcanzaba desde Constantino a Carlomagno (siglos IV al IX), y la "edad ínfima" iniciada en el 842 con el primer texto en romance, Los Juramentos de Estrasburgo, Por eso precisamente Ch. D. Du Cange tituló su famoso diccionario Glossarium ad scriptores mediae et infimae latinitatis (Paris, 1678). La primera ocasión en que se designa el término "Edad media" con sentido histórico parece haber sido en 1639, por el liejense Rasuin en su Laodium. La expresión pasaría desde ese mismo siglo XVII a designar el período de transición entre la antigüedad clásica y el renacer de su cultura experimentada en la Edad Nueva que habita tomado cuerpo a lo largo del siglo XV. Y, en consecuencia, su uso tendía a menospreciar los valores de dicha edad intermedia como un puente o una noche de “mil años”. Los pedagogos fueron los responsables de que este nuevo concepto de la Edad Media adquiriera carta de naturaleza en los manuales o síntesis de historia. Un profesor de fines del siglo XVII, Cristóbal Séller (1634-1707) o Celarius –como gustaba llamarse latinizando su nombre a la manera humanista- introdujo la modalidad en uno de los manuales escolares de Historia Antigua editado en 1685, y la claridad que implicaba para la explicación histórica le indujo a repetirla en otro, titulado Historia Medii Aevi a temporibus Constanini Magni ad Constaninopolim a Turcis captam deducta (Jena, 1688). Otro profesor, Loescher, la repitió en un manual alemán: Geschicchte der Mittleren Zeiten (1725), y no tardó en generalizarse el nuevo concepto, porque resultaba cómoda esa división de la Historia.
Las primeras periodizaciones

Las Cuatro Edades de la Humanidad. Grabado de Regius para las Metamorfosis de Ovidio, Libro I, 89-150.
La característica de todas las culturas y civilizaciones es su preocupación por la memoria histórica o la consideración del pasado y la periodización es un elemento importante en la fijación de esa memoria. En la mayor parte de las cosmologías, el origen de los tiempos se vincula a hechos sobrenaturales con intervención de dioses y héroes. En la tradición occidental, estos mitos son los de la Antigüedad clásica grecorromana y los hebreos, en la parte de la Biblia denominada Antiguo Testamento: sobre todo el Génesis, el Éxodo y los demás libros históricos; que se vio continuada por el Nuevo Testamento cristiano con su insistencia en el fin de los tiempos y la próxima venida del Reino de Dios, en un futuro apocalíptico (en imprecisos términos temporales).
Virgilio reflejó el mito de la primitiva y paradisíaca Edad de Oro a la que sucedían, en sucesivas degeneraciones, la Edad del Bronce, la Edad de los héroes y la brutal Edad de Hierro que correspondía a su propia civilización; así como la concepción cíclica de la historia (que reaparecerá en las reflexiones sobre Filosofía de la Historia de autores modernos como Giambattista Vico). La Teogonía de Hesíodo y los poemas de Homero (Ilíada y Odisea) proporcionaron un marco temporal al que poder recurrir (antes o después de la Guerra de Troya o de los Argonautas) para situar los eventos fundacionales (fundación de santuarios, ciudades, juegos), y a partir de ellos, las cronologías más o menos fiables que se usaban en Grecia y Roma
La Biblia diseña una narración de la historia desde la Creación hasta el fin de los tiempos. Un esquema común de la periodización bíblica, utilizado en la Edad Media, era la división teológica de San Pablo en tres edades: la primera, anterior a Moisés: bajo la naturaleza; la segunda bajo la ley mosaica: bajo la ley; la tercera, la era cristiana: bajo la gracia. Pero quizás la más ampliamente difundida en el medioevo fue las Seis Edades del Mundo, en la que cada edad contaba mil años desde Adán y Eva hasta el milenio que consideraran su presente como sexta y final edad (antes del año 1000, el primer milenio después del nacimiento de Cristo, antes del 1033, el primer milenio después de la crucifixión). Ante la continuación de los tiempos, se buscaron sucesivamente distintos hechos o interpretaciones numerológicas o cabalísticas: el año 1666,[2] el 2000
La periodización marxista

Trabajo, de Ford Madox Brown, 1852–63. Una escena representativa de la sociedad contemporánea a Marx.
Karl Marx fue el primero que intentó clasificar los periodos históricos basándose en sus características económicas y sociales (que denomina estructura) en vez de sus características políticas o ideológicas (que denomina superestructura), siguiendo su propia metodología (que denomina materialismo histórico). Para ello utilizó su concepto de modo de producción, definido por el tipo de relaciones sociales y técnicas de producción que se establecen entre las distintas clases sociales definidas por sus intereses económicos. Así propuso periodizar la historia en:
Aunque este modelo esta hecho para explicar la evolución de la sociedad europea, tiene menos problemas para ser exportado, ya que no necesita referirse a fenómenos tan intrínsecamente propios de la Civilización Occidental como el Imperio romano, el Renacimiento o la Ilustración. No obstante, también los historiadores materialistas han necesitado adaptar el modelo a las circunstancias específicas de cada lugar, lo que en ocasiones ha dado pie a la incorporación de nuevos modos de producción.

Las revoluciones tecnológicas.

Las revoluciones tecnológicas




Artículo principal: Evolución tecnológica

En la imagen, un trigal convive con un generador eólico, cada uno muestra de sucesivas revoluciones tecnológicas.
Vere Gordon Childe acuñó el término Revolución neolítica, para indicar que la transformación en las condiciones vitales de la humanidad que se produjo como consecuencia de la ganadería y la agricultura fueron semejantes a las que estaba produciendo la Revolución industrial en nuestra propia época. La historia de la Humanidad quedaría periodizada en Paleolítico, Revolución Neolítica (desde el VI milenio a. C. hasta el siglo XVIII) y Revolución industrial.
Marshall Mac Luhan propuso la incorporación de la Edad de la Electricidad posterior a la Edad de la Mecanización.
Otros autores han propuesto otros periodos basados en la importancia de algún material, como la Edad del Plástico, de algún producto, como la Edad del automóvil, o de conceptos, como la Era de la información.

Edad Media

De Wikipedia, la enciclopedia libre

Santa Sofía de Constantinopla (532-537). Los cuatro minaretes son una adición correspondiente a su transformación en mezquita, a raíz de la conquista turca (1453). El Imperio bizantino fue la única institución política (aparte del papado) que mantuvo su existencia por la totalidad del periodo medieval.

La ciudad medieval de Carcasona. Ciudades amuralladas, puentes bien guarnecidos y castillos son parte de la imagen bélica de la Edad Media. El aspecto actual es fruto de una recreación historicista del siglo XIX, cuando las murallas ya no eran funcionales, y la mayor parte de las ciudades europeas las derribaba. El deseo de recuperarlas es una muestra de medievalismo.

Ermita del Cristo de la Luz en Toledo, anteriormente mezquita. La convivencia entre civilizaciones alternó entre el enfrentamiento y la tolerancia, el aislamiento y la influencia mutua.
La Edad Media, Medievo o Medioevo es el período histórico de la civilización occidental comprendido entre el siglo V y el XV. Su comienzo se sitúa convencionalmente en el año 476 con la caída del Imperio romano de Occidente y su fin en 1492 con el descubrimiento de América,[1] o en 1453 con la caída del Imperio bizantino, fecha que tiene la ventaja de coincidir con la invención de la imprenta (Biblia de Gutenberg) y con el fin de la Guerra de los Cien Años.
Actualmente los historiadores del periodo prefieren matizar esta ruptura entre Antigüedad y Edad Media de manera que entre los siglos III y VIII se suele hablar de Antigüedad Tardía, que habría sido una gran etapa de transición en todos los ámbitos: en lo económico, para la sustitución del modo de producción esclavista por el modo de producción feudal; en lo social, para la desaparición del concepto de ciudadanía romana y la definición de los estamentos medievales, en lo político para la descomposición de las estructuras centralizadas del Imperio romano que dio paso a una dispersión del poder; y en lo ideológico y cultural para la absorción y sustitución de la cultura clásica por las teocéntricas culturas cristiana o islámica (cada una en su espacio).[2]
Suele dividirse en dos grandes períodos: Temprana o Alta Edad Media (siglo V a siglo X, sin una clara diferenciación con la Antigüedad Tardía); y Baja Edad Media (siglo XI a siglo XV), que a su vez puede dividirse en un periodo de plenitud, la Plena Edad Media (siglo XI al siglo XIII), y los dos últimos siglos que presenciaron la Crisis de la Edad Media o del siglo XIV.
Aunque hay algunos ejemplos de utilización previa,[3] el concepto de Edad Media nació como la segunda edad de la división tradicional del tiempo histórico debida a Cristóbal Cellarius (Historia Medii Aevi a temporibus Constantini Magni ad Constaninopolim a Turcis captam deducta (Jena, 1688),[4] quien la consideraba un tiempo intermedio, sin apenas valor por sí mismo, entre la Edad Antigua identificada con el arte y la cultura de la civilización grecorromana de la Antigüedad clásica y la renovación cultural de la Edad Moderna -en la que él se sitúa- que comienza con el Renacimiento y el Humanismo. La popularización de este esquema, según historiadores medievalistas como Le Goff o Eco, ha perpetuado un preconcepto erróneo: el de considerar a la Edad Media como una época oscura, sumida en el retroceso intelectual y cultural, y un aletargamiento social y económico secular (que a su vez se asocia con el feudalismo en sus rasgos más oscurantistas, tal como se definió por los revolucionarios que combatieron el Antiguo Régimen). Sería un periodo dominado por el aislamiento, la ignorancia, la teocracia, la superstición y el miedo milenarista alimentado por la inseguridad endémica, la violencia y la brutalidad de guerras e invasiones constantes y epidemias apocalípticas.[5]
Sin embargo, en este largo periodo de mil años hubo todo tipo de hechos y procesos muy diferentes entre sí, diferenciados temporal y geográficamente, respondiendo tanto a influencias mutuas con otras civilizaciones y espacios como a dinámicas internas. Muchos de ellos tuvieron una gran proyección hacia el futuro, entre otros los que sentaron las bases del desarrollo de la posterior expansión europea, y el desarrollo de los agentes sociales que desarrollaron una sociedad estamental de base predominantemente rural pero que presenció el nacimiento de una incipiente vida urbana y una burguesía que con el tiempo desarrollarán el capitalismo.[6] Lejos de ser una época inmovilista, la Edad Media, que había comenzado con migraciones de pueblos enteros, y continuado con grandes procesos repobladores (Repoblación en la Península Ibérica, Ostsiedlung en Europa Oriental) vio cómo en sus últimos siglos los antiguos caminos (muchos de ellos vías romanas decaídas) se reparaban y modernizaban con airosos puentes, y se llenaban de toda clase de viajeros (guerreros, peregrinos, mercaderes, estudiantes, goliardos) encarnando la metáfora espiritual de la vida como un viaje (homo viator).[7]
También surgieron en la Edad Media formas políticas nuevas, que van desde el califato islámico a los poderes universales de la cristiandad latina (Pontificado e Imperio) o el Imperio bizantino y los reinos eslavos integrados en la cristiandad oriental (aculturación y evangelización de Cirilo y Metodio); y en menor escala, todo tipo de ciudades estado, desde las pequeñas ciudades episcopales alemanas hasta repúblicas que mantuvieron imperios marítimos como Venecia; dejando en la mitad de la escala a la que tuvo mayor proyección futura: las monarquías feudales, que transformadas en monarquías autoritarias prefiguran el estado moderno.
De hecho, todos los conceptos asociados a lo que se ha venido en llamar modernidad aparecen en la Edad Media, en sus aspectos intelectuales con la misma crisis de la escolástica.[8] Ninguno de ellos sería entendible sin el propio feudalismo, se entienda éste como modo de producción (basado en las relaciones sociales de producción en torno a la tierra del feudo) o como sistema político (basado en las relaciones personales de poder en torno a la institución del vasallaje), según las distintas interpretaciones historiográficas.[9]
El choque de civilizaciones entre Cristiandad e Islam, manifestado en la ruptura de la unidad del Mediterráneo (hito fundamental de la época, según Henri Pirenne, en su clásico Mahoma y Carlomagno[10] ), la Reconquista española y las Cruzadas; tuvo también su parte de fértil intercambio cultural (escuela de Traductores de Toledo, Escuela Médica Salernitana) que amplió los horizontes intelectuales de Europa, hasta entonces limitada a los restos de la cultura clásica salvados por el monacato altomedieval y adaptados al cristianismo.

Reforma y Contrareforma.


Reforma gregorian


Situación de la Iglesia en el cambio de milenio

La orden feudal constituyó un periodo de grandes contrastes. La sociedad, básicamente rural, se ve sometida a los abusos de los señores feudales. Esta situación dio lugar a un gran movimiento reformista dentro de la Iglesia. Primero, los papas germánicos del siglo X y luego los renovadores, desde Nicolás II a Gregorio VII, lucharon encarnecidamente por eliminar los grandes vicios que sufría la sociedad cristiana, entre los que destacaban: la simonía –compra-venta de oficios y dominios eclesiásticos–, el nicolaísmo o poca ejemplaridad del clero –que a menudo no guardaba el celibato– y la investidura laica –provisión de cargos eclesiásticos por parte de los poderes seculares–. Todos estos males tenían un origen común: el olvido del fin sobrenatural de la Iglesia y el afán de ambicionar más bienes tem

Antigua Grecia

De Wikipedia, la enciclopedia libre

El Partenón es uno de los símbolos más ilustrativos de la cultura y la sofisticación de los antiguos griegos.
El término Antigua Grecia se refiere al periodo de la historia de Grecia que abarca desde la Edad Oscura de Grecia ca. 1100 a. C. y la invasión dórica, hasta el año 146 a. C. y la conquista romana de Grecia tras la batalla de Corinto. Se considera generalmente como la cultura seminal que sirvió de base a la civilización occidental. La cultura de Grecia tuvo una poderosa influencia sobre el Imperio romano, el cual la difundió a través de muchos de sus territorios de Europa. La civilización de los antiguos griegos ha sido enormemente influyente para la lengua, la política, los sistemas educativos, la filosofía, la ciencia y las artes, dando origen a la corriente renacentista de los siglos XV y XVI en Europa Occidental, y resurgiendo también durante los movimientos neoclásicos de los siglos XVIII y XIX en Europa y América. La civilización griega fue básicamente marítima, comercial y expansiva. Una realidad histórica en la que el componente geográfico jugó un papel crucial en la medida en que las características físicas del sur de la península de los Balcanes, por su accidentado relieve, dificultaban la actividad agrícola y las comunicaciones internas, y por su dilatada longitud de costas, favorecieron su expansión hacia ultramar. Un fenómeno sobre el que incidirían también de forma sustancial la presión demográfica originada por las sucesivas oleadas de pueblos (entre ellos aqueos, jonios y dorios) a lo largo del III y II milenios a. C.
Tras las civilizaciones minoica y micénica, en los siglos oscuros (entre el XIII y el XII a. C.) la fragmentación existente en la Hélade constituirá el marco en el que se desarrollarán pequeños núcleos políticos organizados en ciudades, las poleis.
A lo largo del periodo arcaico (siglos VIII al V a. C.) y del clásico (siglo V a. C.), las polis fueron la verdadera unidad política, con sus instituciones, costumbres y sus leyes, y se constituyeron como el elemento identificador de una época. En el periodo arcaico ya se perfiló el protagonismo de dos ciudades, Esparta y Atenas, con modelos de organización política extremos entre el régimen aristocrático y la democracia. La actividad de las polis hacia ultramar fue un elemento importante de su propia existencia y dio lugar a luchas hegemónicas entre ellas y al desarrollo de un proceso de expansión colonial por la cuenca mediterránea. La decadencia de las polis favoreció su absorción por el reino de Macedonia a mediados del siglo IV a. C. y el inicio de un periodo con unas connotaciones nuevas, el helenístico, por el que la unificación de Grecia daría paso con Alejandro Magno a la construcción de un Imperio, sometiendo al Imperio aqueménida y al egipcio. En opinión de algunos especialistas, en esta fase la historia de Grecia volvía a formar parte de la historia de Oriente y se consumaría la síntesis entre el helenismo y el orientalismo.
época de plenitud del 

Independencia de los Estados Unidos.

Antigua Grecia


El Partenón es uno de los símbolos más ilustrativos de la cultura y la sofisticación de los antiguos griegos.
El término Antigua Grecia se refiere al periodo de la historia de Grecia que abarca desde la Edad Oscura de Grecia ca. 1100 a. C. y la invasión dórica, hasta el año 146 a. C. y la conquista romana de Grecia tras la batalla de Corinto. Se considera generalmente como la cultura seminal que sirvió de base a la civilización occidental. La cultura de Grecia tuvo una poderosa influencia sobre el Imperio romano, el cual la difundió a través de muchos de sus territorios de Europa. La civilización de los antiguos griegos ha sido enormemente influyente para la lengua, la política, los sistemas educativos, la filosofía, la ciencia y las artes, dando origen a la corriente renacentista de los siglos XV y XVI en Europa Occidental, y resurgiendo también durante los movimientos neoclásicos de los siglos XVIII y XIX en Europa y América. La civilización griega fue básicamente marítima, comercial y expansiva. Una realidad histórica en la que el componente geográfico jugó un papel crucial en la medida en que las características físicas del sur de la península de los Balcanes, por su accidentado relieve, dificultaban la actividad agrícola y las comunicaciones internas, y por su dilatada longitud de costas, favorecieron su expansión hacia ultramar. Un fenómeno sobre el que incidirían también de forma sustancial la presión demográfica originada por las sucesivas oleadas de pueblos (entre ellos aqueos, jonios y dorios) a lo largo del III y II milenios a. C.
Tras las civilizaciones minoica y micénica, en los siglos oscuros (entre el XIII y el XII a. C.) la fragmentación existente en la Hélade constituirá el marco en el que se desarrollarán pequeños núcleos políticos organizados en ciudades, las poleis.
A lo largo del periodo arcaico (siglos VIII al V a. C.) y del clásico (siglo V a. C.), las polis fueron la verdadera unidad política, con sus instituciones, costumbres y sus leyes, y se constituyeron como el elemento identificador de una época. En el periodo arcaico ya se perfiló el protagonismo de dos ciudades, Esparta y Atenas, con modelos de organización política extremos entre el régimen aristocrático y la democracia. La actividad de las polis hacia ultramar fue un elemento importante de su propia existencia y dio lugar a luchas hegemónicas entre ellas y al desarrollo de un proceso de expansión colonial por la cuenca mediterránea. La decadencia de las polis favoreció su absorción por el reino de Macedonia a mediados del siglo IV a. C. y el inicio de un periodo con unas connotaciones nuevas, el helenístico, por el que la unificación de Grecia daría paso con Alejandro Magno a la construcción de un Imperio, sometiendo al Imperio aqueménida y al egipcio. En opinión de algunos especialistas, en esta fase la historia de Grecia volvía a formar parte de la historia de Oriente y se consumaría la síntesis entre el helenismo y el orientalismo.